https://youtu.be/BiYpYZo0cKQ?t=22
Dios te bendiga en gran manera.
¿Qué tan visible es tu fe?
¿Dónde está tu fe en medio de las tormentas de la vida?
¿Es tu fe, una fe que vence o una fe que se da por vencida?
¿Qué obras dan testimonio de lo genuina que es tu fe?
A continuación, reflexionaremos rápidamente ante los siguientes casos en donde nuestro
Señor Jesucristo le preguntó a sus discípulos ¿Dónde está vuestra fe?, donde sanó a
un hombre gracias a la fe que había visto, donde se maravilló gracias a la fe de un
centurión y donde dijo a una mujer que sufría que su fe era grande; además, también reflexionaremos
acerca de la importancia de las obras como evidencia de una fe genuina.
El primer caso en el que reflexionaremos, lo conoceremos leyendo en el Evangelio de
Lucas cap. 8 versículos 22 al 25 dice: Aconteció un día, que entró en una barca
con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron. Pero mientras
navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban
y peligraban. Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos!
Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza. Y
les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros:
¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?
Cuando estamos en medio de las tormentas de la vida, es fácil pensar que Dios ha perdido
el control y que se ha quedado dormido.
A menudo nos consume el desespero, cuando pensamos que estamos a merced del viento y
del destino y Dios no viene a socorrernos. Dios es soberano y Él lo controla todo, y
es aquí en estos momentos de tormenta donde nuestra fe debe hacerse visible y confiar,
ya que Dios está en la barca con nosotros.
Peligros vendrán y momentos donde sentiremos que nos ahogaremos. De esta manera nuestra
fe es puesta a prueba. Si acudimos a Cristo en eso momentos de peligro,
debemos estar seguros de que vendrá a nuestro socorro.
El mejor medio de silenciar nuestros temores, es presentarlos a los pies de Cristo; y no
hay tormenta que no pueda calmarse delante del poder y la autoridad de Dios.
¿Dónde está vuestra fe? Le preguntó el Señor a sus discípulos al verlos llenos de temor.
Existen 2 grandes razones para que los discípulos no sintieran temor e hicieran visible su fe
en ese momento.
Primero. Ellos llevaban consigo en la barca al Señor de los cielos y de la tierra.
Segundo. Llevaban la palabra segura de Jesús quien les había dicho: Pasemos al otro lado.
Recordemos que la fe es fe cuando se pone en Dios y en lo que Él ha dicho y si Dios
lo ha dicho eso debe darte seguridad.
En momentos de tormentas, es donde somos desafiados a que nuestra fe se haga visible.
El 2 caso en el que reflexionaremos lo conoceremos leyendo en el Evangelio de Marcos cap. 2 versículo
1 al 5 dice: Entró Jesús otra vez en Capernaum después
de algunos días; y se oyó que estaba en casa. 2E inmediatamente se juntaron muchos,
de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. 3Entonces vinieron
a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. 4Y como no podían acercarse
a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura,
bajaron el lecho en que yacía el paralítico. 5Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:
Hijo, tus pecados te son perdonados.
Una fe visible es una fe que actúa. Una fe visible, es una fe que no se da por vencida
frente a los impedimentos; y una fe visible, es una fe que se muestra a favor de otros.
Nuestra fe se hace visible, al identificar una necesidad y luego decididamente e insistentemente
buscar ayuda Divina.
La fe siempre encuentra un medio, la fe siempre encuentra salidas, tú fe y mi fe, deben encontrar
el camino hacia Dios.
Jesús estaba allí para sanar y perdonar, había obstáculos, pero la fe se hizo visible
al buscar la manera para estar delante del Señor.
La fe se hace visible cuando buscamos con persistencia al Señor hasta obtener su bendición.
Cuando se hace visible nuestra fe, Dios la honra. Recordemos que Él es galardonador
de los que le buscan.
El tercer caso en el que reflexionaremos lo conoceremos leyendo en el Evangelio de Mateo
cap. 8 versículos 5 al 10 dice: Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un
centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico,
gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión
y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y
mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes
soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo
hace. 1Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo,
que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
Gran admiración sintió Jesús al ver la fe de este hombre; pero, ¿Por qué lo consideró así?
La fe de este hombre era una fe segura, no sólo creía que Jesús podía curar a su
siervo, sino que también podía sanarle a distancia; él creía que no era necesario
el contacto directo con el necesitado. Esto se llama: Fe confiada.
La fe siempre será honrada por Dios, sea activa como en el caso del paralítico o confiada como en este caso.
Este hombre también creía que podía curarle con una palabra. El Señor podía sanarle
sin medicinas y sin cualquier otra cosa, sólo con su Palabra. El centurión dijo: tan sólo
di la palabra y mi siervo sanará. Con esto este hombre reconoció la autoridad de Cristo
y el poder de su Palabra. Hebreos cap. 4 versículo 12 dice que la Palabra
de Dios es viva y eficaz. Este es el tipo de fe que Dios quiere que
tú y yo tengamos.
El cuatro caso en el que reflexionaremos lo conoceremos leyendo en el Evangelio de Mateo
cap. 15 versículos 21 al 28 dice: Saliendo Jesús de allí, se fue a la región
de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región
clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente
atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose
sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Él respondiendo,
dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y
se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar
el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos
comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo:
Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
Analicemos lo siguiente, cuando clamó esta mujer a Jesús, el pasaje dice que Él no
respondió palabra.
Aunque la mujer tenía una gran fe, Jesús no le concedió la bendición de inmediato.
Ella clamó y por un momento el Señor no respondió palabra, Él decidió esperar para
darnos una gran lección de fe.
Pregunto ¿Acaso no era correcta su oración? La oración era la correcta.
¿No era un caso de suma necesidad? Claro que lo era.
¿No era su fe tan ferviente como debía ser? Era intensamente ferviente.
¿Acaso no tenía fe? Si, su fe era grande, sólo debía llegar
al punto de hacerse visible.
Hay situaciones que requieren una prueba de fe antes que una recompensa de fe. Ahora bien,
después de un silencio llegó la respuesta del Señor aunque al parecer con una palabra
áspera de parte de Él; pero la fe de esta mujer le llevó a tener grandes pensamientos
acerca de Cristo.
Cristo le había hablado del pan de los hijos, pero ella le respondió lo siguiente: Como
tú eres el Generoso Amo de la mesa de la gracia, sin duda hay abundancia de pan en
tu mesa. Hay tal abundancia, que los hijos no serán perjudicados de que los perrillos
sean alimentados.
A esta mujer le pareció que la mesa del Señor estaba bien surtida y que todo lo que necesitaba
para sí era una migaja en comparación. Su fe era inquebrantable.
Tener grandes pensamientos acerca de los problemas, nos llevará a la desesperación.
Tener grandes pensamientos acerca de Dios, nos llevará a la paz.
La fe de esta mujer se hizo visible a través de la sabiduría, humildad, mansedumbre, paciencia
y persistencia; hágase contigo como quieres. Le dijo el Señor a la mujer.
Y para terminar leamos Santiago cap. 2 versículo 26 dice:
Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está
muerta. La verdadera fe transforma nuestra conducta
y nuestros pensamientos.
Si nuestra vida no cambia, en realidad no creemos en las verdades que decimos creer.
Obras de servicio con amor no reemplazan la fe, pero si son una prueba de vuestra fe en
Cristo.
La verdadera fe se traduce en obediencia a Dios y a lo que Él ha dicho y no sólo se
queda en la siguiente afirmación: “yo creo en Dios”.
Debemos tener buenas obras como frutos que demuestren que nuestra fe es genuina.
Hay quienes no necesitan decir que tienen fe, sus obras que hablan de la fe que profesan,
lo dicen claramente. Este es el tipo de fe que Dios quiere que tengamos.
Dios te bendiga grandemente. Si este mensaje fue de edificación para tu vida te invito a que lo Comparta
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